¿Cómo podemos construir una sociedad más segura y respetuosa? ¿Influye la hiperconexión en el aumento de la violencia entre niños, niñas y jóvenes? ¿Y la inteligencia artificial? ¿Hace todo esto que banalicen la violencia? Lo cierto es que el 70% de los adolescentes pasa cuatro horas diarias o más conectado. La exposición constante a una amplia diversidad de contenidos puede llevarles al consumo de ciertos vídeos, imágenes o videojuegos no aptos para su edad.
Y es que la violencia digital puede manifestarse en múltiples formas: ciberacoso, grooming, difusión de imágenes sin consentimiento, discursos de odio, suplantación de identidad o manipulación emocional a través de redes sociales. Estos fenómenos no solo afectan a la seguridad inmediata, sino también a su autoestima, salud mental y desarrollo social.
De hecho, el último Informe de la Juventud del Instituto Nacional de Juventud (INJUVE) describe que un 47 % de las personas jóvenes ha estado expuesta a episodios de violencia en el ámbito digital, mientras que solo un 9 % reporta haber vivido experiencias similares en la calle.
Pero entonces, ¿cómo detectar señales de alerta?, ¿qué herramientas existen para la prevención?, ¿y cómo ayudar a promover un uso responsable y saludable de la tecnología en casa?
Señales de alerta frente a la violencia digital
Según datos de la red internacional de investigación EU Kids Online, a nivel europeo, entre el 7 y el 40 % de niños y adolescentes de entre 9 y 16 años informaron haber sufrido algún tipo de conducta agresiva a través de medios tecnológicos. Algunos signos de alarma a los que se debería prestar atención son los siguientes:
- Cambios repentinos de comportamiento.
Si un niño, niña o adolescente antes era más extrovertido y participativo, ante una situación de violencia digital puede mostrar irritabilidad, tristeza o incluso miedo al utilizar dispositivos digitales. Muchas veces esto es una reacción a presión, burlas o acoso. También puede observarse una pérdida de confianza en sí mismo o una actitud defensiva ante preguntas simples relacionadas con su vida digital.
Asimismo, las personas que presencian violencia también en las redes sociales tienen una mayor probabilidad de involucrarse en actos violentos, tanto dentro como fuera de su hogar. Incluso aquellos que han sido víctimas de violencia en el pasado son más propensos a perpetuarla y reproducir los patrones que experimentaron anteriormente.
- Pérdida de interés en actividades cotidianas.
En esta situación, los niños tienden a abandonar actividades que antes disfrutaban, como puede ser la práctica de un determinado deporte, actividades extraescolares, juegos en grupo o incluso el simple hecho de salir con amigos. La desmotivación en los estudios es otro indicador frecuente, pues problemas de salud mental como ansiedad y estrés repercuten directamente en su rendimiento. Este aislamiento social progresivo suele reforzar el círculo de vulnerabilidad, dejándoles incluso más expuestos.
- Uso en secreto o también compulsivo de los dispositivos.
Este tipo de acciones son más fáciles de detectar, puesto que pueden cerrar bruscamente la pantalla cuando alguien se acerca, borran historiales de navegación o conversaciones, pasar muchas horas conectado o se conectan de madrugada… Estos comportamientos reflejan que, quizás, están viviendo algo que no desea compartir, ya sea por vergüenza, miedo a represalias o por no querer preocupar a su familia.
- Alteraciones físicas y psicológicas.
El impacto no se produce solo en la salud mental, también en la física. Situaciones como el ciberacoso pueden manifestarse a través de problemas de sueño, como insomnio o pesadillas recurrentes; dolores de cabeza; tensión muscular; fatiga; o, incluso, falta de apetito. La ansiedad generada puede acabar derivando en trastornos de la conducta alimentaria (TCA) o producir síntomas psicosomáticos que afectan a la vida del niño o niña.
Prevención de la violencia digital
Ante el consumo violento en internet, en primer lugar, es importante otorgarles poco a poco las herramientas necesarias para que sean conscientes y que puedan interpretar los mensajes que les llegan. Esta progresiva alfabetización visual les permitirá desarrollar estrategias útiles durante toda la vida.
- Uso de controles parentales y configuraciones de seguridad. Están presentes en las distintas redes sociales y dispositivos (tablets, móviles y ordenadores) y permiten poner límites de tiempo en pantalla, bloquear contenidos inapropiados y ajustar la privacidad en redes sociales y aplicaciones.
- Mostrar interés por las plataformas que utilizan, comprender su funcionamiento y compartir tiempo en actividades digitales conjuntas.
- Educación en consumo digital para toda la familia. En este punto entra en juego enseñar a diferenciar fuentes veraces, intentos de manipulación y a respetar la privacidad propia y ajena.
- Hacerles conscientes de los riesgos de aceptar solicitudes de desconocidos, compartir imágenes íntimas o acceder a contenidos violentos.
La IA en el punto de mira
La inteligencia artificial (IA) ha llegado para quedarse, también, entre niños, niñas y adolescentes. Y aunque su impacto tiene un lado muy positivo, entre los riesgos, destacan algunos que ya hemos podido comprobar: la creación y difusión de contenidos manipulados, como los deepfakes.
Estas imágenes o vídeos generados con IA pueden utilizarse para acosar o incluso extorsionar a menores. El problema se agrava porque cada vez resulta más difícil distinguir lo verdadero de lo falso, lo que puede poner en riesgo la reputación y la seguridad emocional de cada uno de ellos y ellas.
En este sentido, la colaboración entre escuela, familia e instituciones es determinante. Cuando estos tres actores trabajan juntos, se fortalece la red de protección, se minimizan los riesgos y aumenta la capacidad de respuesta frente a cualquier forma de violencia digital.